Por más de tres décadas, Ana y Juan Parras han luchado por una justicia ambiental que aún no se ha hecho realidad, pero dicen no estar listos para darse por vencidos. Ellos viven en el este de Houston (East End), un área donde abundan los recordatorios más siniestros de la industria de los hidrocarburos, como las emanaciones tóxicas que cubren zonas residenciales ubicadas a corta distancia de las inmensas refinerías que se construyeron a lo largo del complejo Canal de Navegación o Ship Channel, la vía fluvial más transitada del país.
La unión de Ana y Juan nació gracias a un movimiento gremial. Juan era organizador para el sindicato AFSCME, dedicado a representar a los trabajadores públicos. Ana trabajaba para los tribunales del Condado Nueces en Corpus Christi,Texas. Juan viajó a esa ciudad costera en la década de los 80 con la misión de organizar a los trabajadores del sector público. Se conocieron y decidieron formar una familia.
Con el tiempo, esta pareja dejó atrás a los sindicatos, optando por dedicarse de lleno al trabajo comunitario con énfasis en la justicia ambiental. “En esos tiempos, el medio ambiente no era tan popular como ahorita”, cuenta Juan Parras.
Su mudanza a Houston hacia el final de los 90 coincidió con la construcción de la Preparatoria César Chávez,
Ana y Juan Parras, directores de T.E.J.A.S
ubicada en Allendale, un sector del este de Houston. El recinto se ubica a un cuarto de milla de tres plantas petroquímicas. Juan y Ana decidieron fundar una organización dedicada a la justicia ambiental que eventualmente llevaría el nombre de T.E.J.A.S. (Texas Environmental Justice Advocacy Services). Su primera misión fue tratar de impedir la construcción de lo que en sus inicios se llamaba la Preparatoria East End y que más tarde llevaría el nombre de líder de los derechos civiles. Su campaña para detener la obra fracasó y la escuela abrió sus puertas en el 2000. Hasta el día de hoy, 3,000 estudiantes – en su gran mayoría latinos – asisten al plantel y respiran aire altamente contaminado. “Empezamos este movimiento aquí en Houston porque nos fijamos que necesitaba alguien luchar por el medio ambiente y no había eso. Dijimos, vamos a luchar a ver qué podemos hacer”, explica Juan Parras.
Para los directores de T.E.J.A.S., esta lucha es personal ya que conocen de cerca las terribles consecuencias que enfrentan los trabajadores de complejos petroleros o quienes viven en las inmediaciones de las plantas. El padre de Ana, nos cuenta, trabajó para una refinería por 30 años y murió de cáncer. “Es una realidad cotidiana para los que viven en comunidades adyacentes (a plantas petroquímicas) o los que vivimos en el sur porque estamos cerca a las vías fluviales (que transportan los tóxicos). Y eso que vivimos en Houston, la capital energética del mundo”, dice Ana Parras.
En la actualidad, una de las misiones más importantes para T.E.J.A.S es abogar por cambios para el barrio de Manchester, una de las comunidades más antiguas de Houston. Fundada por esclavos liberados tras la guerra civil en 1866, este vecindario es ahora más conocido por los altos niveles de contaminación ligados a las emisiones de plantas petroquímicas y refinerías. Manchester está rodeado por dos transitadas carreteras, el Canal de Navegación o Ship Channel y la refinería Valero. Sus residentes sufren en carne propia las nocivas consecuencias de la explotación petrolera y la industria petroquímica.
Hoy en día, el 72% de los habitantes de Manchester son de origen Hispano y la gran mayoría son de clase trabajadora y bajos recursos.

Crédito: Texas Environmental Justice Advocacy Service. Barrio Manchester al sur este de Houston, Texas
“Manchester es un ejemplo clásico de una comunidad adyacente a una planta petroquímica. Si fueras a Manchester, verías que su infraestructura es antigua, hay zanjas grandes y no tienen aceras”, explica Ana Parras.
Lo que sí abunda en este barrio es la relación entre los altos niveles de contaminantes nocivos derivados de la industria petroquímica y condiciones de salud graves como el cáncer y el asma. “Tengo listas de estudios, más de dos páginas que hemos realizado y todos dicen lo mismo… tenemos altos índices de cáncer, tenemos niños con problemas respiratorios, tenemos un sinnúmero de problemas de salud”, añade Ana Parras.
De acuerdo con un reciente estudio de la Agencia de Protección Ambiental, EPA, en Manchester se han detectado al menos siete de una docena de sustancias tóxicas a niveles que representan un riesgo para la salud y que estarían ligadas al cáncer. Estas emanaciones provienen en parte del complejo petroquímico en el Canal de Navegación. Otro estudio, realizado en parte por el Departamento de Salud de Houston, indica que el aire de Manchester tiene concentraciones muy altas de formaldehído, un compuesto cancerígeno que se forma de los gases que emiten las refinerías de petróleo de la zona.
Ana y Juan Parras, así como muchos otros líderes comunitarios, describen la situación de la comunidad de Manchester como una crisis de salud pública cuya solución es el traslado de los habitantes. Sin embargo, muchos de los habitantes carecen de los recursos para mudarse y no cuentan con el apoyo económico ni del gobierno ni de la industria petroquímica. “Y nos preguntan por qué vivimos aquí. Bueno, ¿a dónde quieren que nos vayamos? ¿A dónde nos alcanza para mudarnos?” dice Ana Parras.
Pero la realidad de Manchester no es una que comparten los demás vecindarios de la Ciudad Espacial. Otras zonas residenciales no cuentan con este nivel de peligro para la salud. Existen áreas de mayoría anglosajona y nivel socioeconómico más alto que no enfrentan la misma amenaza. Un pernicioso tipo de segregación impone la mayor carga y peores efectos de la contaminación ambiental en vecindarios de personas de color y bajos recursos, especialmente en áreas aledañas al Canal de Navegación.
“Uno crece en un barrio pensando que así son todos los barrios, ¿verdad? Y luego empiezan a ir a las escuelas o al colegio y aprenden que [esos] barrios están bonitos… Las comunidades de color viven asi por discriminación… Uno tiene que hacer esa conexión que no nomás es porque son pobres sino porque son gente de color que los servicios que otras comunidades tienen… no las tienen ustedes… Es racismo ambiental”, dice Juan Parras.
Límites del Barrio Manchester en Houston., Texas
Tal vez una de las carencias más graves que enfrenta Manchester, cuentan los Parras, es la falta de voluntad de los políticos que representan la zona para abogar por cambios significativos e inmediatos. “Los representantes saben los problemas, leen los periódicos, leen los estudios, pero no se han movido por hacer algo [por] la comunidad”, recalca Juan Parras.
Este activista atribuye la falta de acción de los políticos a varios factores, incluyendo la apatía que los vecinos de Manchester han desarrollado tras décadas de quejas sin respuesta, además de estudios que comprueben de manera fehaciente la crisis de salud en su vecindario y la falta de ayuda de las autoridades locales, estatales y federales.
A pesar de todo, Juan explica que no es momento para tirar la toalla: “Ellos tienen que hablar también, ellos tienen que ir a juntas (comunitarias), ellos tienen que decir ‘esto nos está pasando…’ Necesitamos el apoyo de la comunidad también”.
Es un sentimiento que su pareja comparte. “Sabemos que el cambio se tiene que hacer a través de políticas públicas y por eso enfatizamos la importancia de participación cívica en nuestras comunidades porque muchas veces nuestras comunidades se callan… Trabajamos con comunidades inmigrantes que están aquí y viven en las sombras. Pero muchos de ellos… [especialmente] los jóvenes son ciudadanos y pueden votar… y tratamos de animarlos a que voten”, dice Ana Parras.
Crédito: Texas Environmental Justice Advocacy Service
Pero en vez de desalentarse, esta injusticia ambiental es lo que motiva el trabajo de Ana y Juan. La pareja comparte que han sido testigos de cambios positivos a través de los años. Por ejemplo, ahora la preocupación por el calentamiento global es un tema que la mayor parte de la población comparte y ha mejorado el acceso a la evidencia científica del impacto antropogénico en el medio ambiente gracias a las plataformas digitales. Estos avances positivos alimentan la esperanza de un futuro mejor.
“El mensaje que siempre hemos tratado que la gente hispana entienda es que las circunstancias que ahorita les afectan en su vida y en las escuelas de los hijos… que pueden hacer cambios. Ahorita lo que tienen que pensar es que viven en estas condiciones que pueden cambiar. No acepten que no hay cambio”, dice Juan Parras.