
Marta Enamorado con cinco de sus siete hijos frente a su casa al sudeste Nueva Orleans
Hace 4 años, Marta Enamorado, su esposo e hijos llegaron a Nueva Orleans desde Honduras. Eventualmente, encontraron la casa remolque donde comenzaría una nueva vida a casi 20 millas al sur de la ciudad. La vivienda estaba ubicada en un complejo habitacional con casi 50 familias, todas de origen hispano. La casa encajaba en el presupuesto, pero se encontraba a pocos pasos de un brazo del río Misisipi. Marta y su familia aprendieron a convivir con desbordamientos leves del río debido a las copiosas lluvias propias de la región.
La Temporada de Huracanes de 2021, sin embargo, trajo a Ida, un huracán de categoría 4 que tocó tierra en Luisiana en agosto. Ida llegaría a ser el segundo huracán más intenso y destructor en castigar a las costas Luisiana. Katrina, en 2005, ocupa el primer lugar de la lista.
Marta tenía poco más de 8 meses de embarazo cuando Ida fijó su mira en Nueva Orleans. La familia acató la orden de evacuación y buscó refugio temporal en Kansas. Tras el paso del ciclón, Marta regresó a su casa en cuanto lo permitieron las autoridades, lo que coincidió con el principio de los dolores de parto. “Entonces yo vine. Y sí, me puse mal porque empezar nuevamente de cero no es fácil… Pero gracias a Dios seguimos vivos, mis hijos siguen vivos, y eso es lo que nos da fuerza para continuar”. Su hija nació saludable a una semana del azote del huracán. Sin embargo, los fuertes vientos dañaron el techo y la crecida del brazo del río inundó las habitaciones, arruinando todas sus pertenencias.
Ahora con 7 hijos, Marta y su esposo decidieron comenzar de nuevo y reparar su vivienda. “Y entonces mis niños grandes, ellos me daban fuerza porque decían: ‘Mamá, pero si estamos bien. No importa. Volvemos a hacer todo de nuevo’. Y sí, no es fácil porque de aquí se fueron muchas familias”, cuenta Marta. De las 50 casas móviles del vecindario, por lo menos un tercio sufrió daños de gran magnitud. Al frente del remolque de Marta solo queda la base de una casa y dos puertas más abajo, un árbol cayó sobre dos unidades que hoy siguen como el día del desastre.

Una de las varias casas -trailer- que fueron como resultado del Huracán Ida 2021
el proceso de reconstrucción no ha sido fácil para las familias que se quedaron. Ellos explican que no han recibido ayuda del gobierno local, estatal, o federal. A casi un año del paso de Ida, la única alternativa que le presenta el gobierno es que Marta y su familia se muden a otro lugar, pero no les han ofrecido una vivienda con espacio para todos. “No me van a dar una renta con mis hijos. Sólo llega a una capacidad máxima de 5 personas. Entonces, ¿y mis otros hijos?” lamenta Marta. Hasta la fecha han logrado sobrevivir, nos dicen, gracias a la ayuda de organizaciones religiosas y comunitarias.
El riesgo que enfrentan familias como la de Marta empeora todos los años debido al calentamiento global ocasionado en gran parte por la combustión de hidrocarburos. Aunque la mayoría de los estudios realizados por instituciones científicas y entidades de gobierno como la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (NOAA) no confirman que la emergencia climática y la acumulación de gases invernadero influya en el número y frecuencia de los ciclones tropicales, este factor parece tener un significativo efecto en las características de las tormentas que se forman, causando una mayor intensidad en la escala Saffir-Simpson, una potenciación más rápida, una circulación más prolongada, un desplazamiento más lento y un potencial de acumulación de lluvia mucho más elevado.
Conforme la industria de los combustibles y nuestras actividades siguen causando emanaciones de gases de efecto invernadero, no solo veremos un aumento del nivel de los mares, sino también una mayor probabilidad de huracanes más intensos. Esta peligrosa combinación agudizará el impacto económico de los ciclones tropicales, el desastre natural más costoso del mundo.
Y una buena parte de impacto caerá sobre los residentes de minorías raciales del borde costero, quienes ya sufren los efectos más graves y duraderos de estas catástrofes.
Para Leticia Casildo, la cofundadora y directora de Familias Unidas en Acción, no son necesarios ni los estudios ni los reportes, ya que dice ser testigo presencial de la precariedad en que terminan estas comunidades tras el paso de los huracanes por Nueva Orleans.
Leticia Casildo en frente de Familias Unidas en Acción en Nuevo Orleans
“Lastimosamente, las casas en las cuales habitan nuestras comunidades son las primeras afectadas. Pocas veces vemos espacios donde hay grandes residencias que [hayan] desastres. Quizás nuestras familias aquí viven en mobile homes o ‘trailas’ que las llaman. Y estas ‘trailas’ son casas viejas que las han tratado de reconstruir. Y cuando viene la temporada… se inundan. Puede ser el [viento]… le arrancan los techos. Y de igual manera pierden todo porque se va todo”, explica Leticia.
La activista agrega que, sin importar el gobierno de turno, las comunidades minoritarias de Luisiana reciben garantías de asistencia que a la larga no se cumplen o se quedan cortas. La gente, añade, está cansada de lo que describe como promesas vacías.
“Cada que pasa un desastre de esos, nuestra comunidad tiene esperanzas cuando el gobierno dice ‘Hay tantos recursos para la comunidad’. Pero es una ilusión porque nunca llega a nuestras comunidades. Porque nuestras comunidades son comunidades, muchas indocumentadas, comunidades de estatus mixto y eso… no permite que los recursos lleguen a nuestras familias. Entonces nuestros hijos que son ciudadanos americanos son condenados con nosotros”, explica Leticia.
Y el temor a ser descubiertos es lo que desanima a muchos hispanos que necesitan la ayuda con urgencia. “La gente siempre está en constante miedo… porque no tienen un estatus definido a pesar que algunos de ellos, o la gran mayoría, tienen niños ciudadanos americanos. Pero estos niños terminan condenados con sus padres sin poder acceder a ningún tipo de ayuda que ofrezca el gobierno… por el hecho de que no tienen documentos, por el hecho de la discriminación que a veces reciben, por el hecho de sentirse como despreciados o ciudadanos de segunda clase, porque creen que no tienen derecho a pedir, a salvar sus vidas”, añade Leticia.

Leticia, directora de Familias Unidas en Acción, hablando con residentes impactados por el Huracán Ida, un año después del desastre
Familias Unidas en Acción ayuda a cientos de familias con artículos de primera necesidad; desde alimentos hasta pañales y artículos de limpieza. Y no solamente en caso de desastres sino, por ejemplo, durante la pandemia. Según Leticia, lograron ser una importante fuente de apoyo gracias a la solidaridad de otros vecinos: “Porque puedo decirte que nosotros no recibimos recursos del gobierno, sino de las comunidades, de las personas que tienen esa empatía… que saben que el sistema no funciona para la gran mayoría de los seres humanos. Entonces, ¿cómo podemos pensar en irse a la cama con el estómago lleno y satisfecho sabiendo que hay un niño que quizás está llorando porque mamá no tiene leche para darle?”
La organización que preside Casildo no recibe ayuda del gobierno para llevar ayuda a cientos de familias: “La única manera que hemos visto nuestra [supervivencia] como comunidad es que nos hemos organizado para ayudarnos, para ayudarnos unos a otros. Porque sabemos que nadie va a venir a salvarnos sino nosotros mismos. Tenemos esa frase muy común que dice ‘Sólo el pueblo salva al pueblo’. Pero realmente nosotros lo vivimos porque en la época que hemos pasado tanto desastre y pandemias… como comunidad pudimos sobrevivir apoyándonos unos a otros”.
Esta falta sistémica de apoyo gubernamental para las familias hispanas como la de Marta Enamorado y sus 7 hijos es fuente de preocupación y ansiedad para las organizaciones comunitarias como la que lidera Casildo. “Es una situación bastante frustrante muchas veces. Que te vas a la cama, no puedes dormir porque piensas que hay alguien más, hay alguien mas que esta necesitando de tu apoyo”, termina Leticia.