Como prácticamente en cualquier otro lugar de la costa, el aumento de la población en el sur de la Florida, las construcciones y el turismo masivo han desencadenado efectos negativos en la calidad del agua. Y la bahía de Biscayne, se enfrenta a graves consecuencias ambientales tras verse rodeada por vecindarios nuevos y modernos que atrajeron una marea incontrolable de inversión inmobiliaria, turística y comercial.
“El ecosistema tiene un problema y no sabremos si hay un punto de no retorno” nos dijo Henry Briceño, profesor del Instituto ambiental de la Universidad Internacional de Florida, FIU, por su sigla en inglés, quien lleva más de 20 años monitoreando lo que sucede.
Biscayne viene sufriendo un deterioro tan silencioso como peligroso. Y esta vez, no hay tiempo que perder porque la situación es grave.
Con una costa de 221 millas cuadradas las aguas de la bahía se fueron llenando de podredumbre durante las últimas décadas, sin que hubiera un esfuerzo coordinado por evitar el problema de polución y la desaparición de hasta el 90% de su hierba marina en algunas áreas.
Este pasto que yace en el fondo de la bahía se encargaba de brindar comida y refugio para los peces más pequeños, manteniendo la calidad del agua, filtrando los contaminantes y absorbiendo el exceso de nutrientes que se cuelan. Pero sin hierba, no hay vida marina. Básicamente. “Se detiene el proceso natural de fotosíntesis, los sedimentos dañinos se quedan en la superficie del agua, no permiten el paso de luz y por lo tanto no se desarrolla fauna”, explica Briceño.
El rostro más desolador y trágico de la bahía pudo verse en el 2020, cuando más de 26,000 peces se asfixiaron por falta de oxígeno en el agua, según determinaron los científicos que estudiaron el suceso. Desde entonces, el Condado Miami Dade y los municipios circundantes intentan, unos más rápido que otros, ponerse al día con lo que debieron haber protegido hace décadas: un valioso recurso natural y un importante motor económico.
La crisis ha movilizado a diferentes sectores a comenzar una carrera por detener el detrimento del lecho acuático, por eliminar el alto nivel de contaminación causado por los pozos sépticos, los fertilizantes, los plasticos y por renovar el sistema de alcantarillado que está corroído, con filtraciones y no tiene capacidad para conectar propiedades que se construyeron sin pensar en los daños ambientales.
Al compartir su costa con el área urbana del Gran Miami, la bahía alberga una amplia gama de negocios que incluye líneas de cruceros, actividades recreativas y de pesca, deportes acuáticos y un significativo mercado inmobiliario de lujo. Pero no existen datos recientes que cuantifiquen los daños ambientales desatados por las construcciones masivas sobre esa costa, ni tampoco el impacto económico.
El último Estudio sobre Biscayne se hizo en el 2004 cuando el condado contrató a la firma Hazen & Sawyer que estimó que las actividades alrededor de la bahía generaban ingresos de $627 millones anuales y ese valor representaba el 10% de todo el ingreso que recibía el condado. Pero mucha agua ha corrido desde entonces, debido al desarrollo de la zona.
Sin duda alguna, es una economía importante, con un motor en marcha que se enfrenta a desafíos ambientales de gran envergadura.